Hace muchos años, en lo más profundo de las marismas de Doñana, nació un pequeño lince ibérico con ojos curiosos y un pelaje moteado que parecía dibujado por el viento. Sus padres lo llamaron Buchito, porque decían que tenía el valor concentrado en un pequeño sorbo de vida.
Desde cachorro, Buchito era diferente. Mientras los demás linces aprendían a cazar, él se colaba entre los excursionistas que visitaban el parque, fascinado por sus historias en distintos idiomas. Escuchó a unos niños cantar en francés, a un viajero contar sus aventuras en inglés y a una pareja discutir en español. Fue entonces cuando supo que quería ser algo más que un lince de las marismas: quería entender el mundo entero.
Una noche de tormenta, una fuerte riada arrastró a Buchito lejos de su hogar. Desorientado y empapado, terminó refugiándose en un rincón cálido: la EOI Almonte. Al amanecer, los estudiantes lo encontraron, enredado entre libros de inglés, francés y español. No tardaron en darse cuenta de que este no era un lince cualquiera: ¡parecía entender lo que decían en todos los idiomas!
Con el tiempo, Buchito se convirtió en el alma del centro. Aprendió a “leer” los gestos del profesorado, a “hablar” con los estudiantes mediante sus travesuras y, sobre todo, se convirtió en el guardián de cada viaje educativo. Desde París hasta Londres, desde Sevilla hasta Lisboa, Buchito acompañó a sus amigos humanos, llevándose siempre un pedacito del mundo de vuelta a su querida EOI Almonte.
Hoy, Buchito Marismeño es mucho más que una mascota: es un símbolo de curiosidad, aventura y amor por los idiomas. Si alguna vez visitas la EOI Almonte, no olvides saludar a Buchito, el lince que unió las marismas con el mundo entero.